Aliviado por el respaldo parcial de la Unión Europea a su plan para abaratar en la península Ibérica los insoportables precios de la energía, Pedro Sánchez volverá a verse este miércoles en Madrid con la ‘bestia negra’ de España en el Consejo Europeo: el primer ministro holandés, Mark Rutte. El dirigente liberal ha sido invitado por la Fundación Carlos de Amberes a dictar una conferencia y Sánchez hará de ‘telonero’. Un retrato en el Museo del Prado que resumirá la compleja relación de intereses y recelos entre la cuarta y la quinta economías del euro, ahora focalizados en la cuestión energética.
La conferencia del líder holandés lleva por título ‘Una respuesta europea a la nueva realidad’, y tendrá lugar en el auditorio de la gran pinacoteca española. La cita tendrá mucho de familiar para Rutte, que además de ser el jefe de Gobierno más veterano de la UE a golpe de coaliciones (ocupa el cargo desde 2010), imparte clases cada jueves en un instituto de Secundaria de La Haya. Hay gran expectación sobre cuál será la actuación del ‘maestro’ holandés, un político hostil para los intereses españoles en la UE, justo después del decisivo Consejo Europeo de esta semana pasada.
Su presencia en la Fundación Carlos de Amberes tiene además su simbolismo, ya que esta institución privada tiene por cometido promocionar la cultura holandesa en España y hunde sus raíces en el siglo XVI, cuando se creó como refugio de pobres y peregrinos que viajaban a la corte en Madrid desde las antiguas 17 provincias de los Países Bajos. Rutte será recibido por el rey Felipe tras su charla en el Prado.
El encuentro entre Sánchez y Rutte estará muy marcado por la cuestión energética. El presidente español se anotó un tanto en el último Consejo Europeo, pese a la eficaz oposición de Rutte a su propuesta inicial de desacoplar en toda la UE el precio mayorista del gas del precio final de la electricidad, idea que le valió a Sánchez el calificativo de “Don Quijote” por parte de diplomáticos holandeses.
Tras el visto bueno político obtenido en el Consejo, el presidente español tiene tarea por delante: presentar esta misma semana, junto con Portugal, un plan detallado a la Comisión en el que demuestre que el estatus temporal de ‘isla energética’ de la península Ibérica no distorsiona el mercado europeo de la energía, al que ambos países están muy poco conectados.
Lo hará bajo la presión de los transportistas, que con sus paros han puesto en jaque toda la cadena de suministro, y entre las inquietantes previsiones de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, de que la bajada de precios no se notará hasta dentro de tres o cuatro semanas. Para el encuentro con Rutte el miércoles por la tarde, Sánchez confía en haber aplacado los ánimos con la adopción, la víspera, del decreto ley de medidas destinadas a paliar los efectos económicos de la invasión de Ucrania.
Pero no todo son rifirrafes entre ambos líderes. También hay coincidencias de fondo: los mismos Sánchez y Rutte dirigieron en marzo del año pasado un documento al Consejo y la Comisión Europea, en el que instaban a fortalecer con una “agenda propia” la autonomía del club en 13 ámbitos clave, entre ellos el energético, sin menoscabo de una política comercial abierta al mundo. El documento se vio motivado por las implicaciones de la pandemia, principalmente, y a la luz de la invasión rusa de Ucrania ha cobrado ahora un tono profético, con sus advertencias sobre los “riesgos de las dependencias asimétricas en sectores estratégicos”.
Una coincidencia de pareceres que la diplomacia española pone en valor y que alinea aún más a ambos países con el objetivo supremo de la Comisión de reducir en dos tercios la dependencia del gas ruso en la UE de aquí a fin de año. A la ecuación se ha sumado Washington, por cierto, un pilar fundamental de la política exterior holandesa, que se ha comprometido a incrementar un 68% el envío de gas natural licuado a la UE. Ahí el papel de España vuelve a ser interesante, por ser un importante cliente de Estados Unidos y porque posee un tercio de la capacidad de regasificación del bloque. Aunque la limitada capacidad de los dos gasoductos que conectan España con Francia dificulta la ambición de Sánchez de convertir rápidamente nuestro país en la gran plataforma gasística alternativa que necesita Europa.
“España y Holanda representan el segundo nivel de la UE, justo por debajo de Francia y Alemania. Son países poderosos y con capacidad de crear alianzas. Y tienen muchas cosas en común: la defensa de un comercio abierto y de la acción exterior de la UE, valores —véase la firmeza de Holanda con los ataques al Estado de derecho en Hungría y Polonia—, la apuesta por el I+D+i y la industria europea sin que eso resulte siempre en campeones franceses y alemanes… Pese a las peleas, creo que hay una relación buena entre Rutte y Sánchez”, afirma a este medio Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Un acercamiento que tiene mucho que ver con el Brexit, afirma este analista.
“Holanda consideraba que sus socios tradicionales eran Alemania y Reino Unido, y que España era el flanco sur. Con el Brexit, se desequilibra la UE y Holanda se siente minorizada y siente que necesita a España. Pese a los desacuerdos en la gobernanza del euro, los eurobonos, el presupuesto, a pesar de todo eso, Holanda ve que, a diferencia de Francia, España no es particularmente intervencionista, ve que tiene grandes multinacionales, que está interesada en acuerdos comerciales. Y considera que llevarse bien con España le viene bien. A España le ocurre lo mismo, le conviene ampliar el rango de aliados más allá del sur de Europa. Así que hay un interés mutuo. Para los holandeses, el interés es más comercial, y para los españoles, más político”, añade Ignacio Molina.
En su relación bilateral, lo de Sánchez y Rutte ha tenido mucho de pugilato. El holandés fue uno de los huesos más duros de roer en la negociación en 2020 de los fondos Next Generation, dentro del llamado grupo de los ‘frugales’, que formaba junto con Austria, Suecia y Dinamarca. Una pugna que se resolvió en favor de Madrid y Roma, principales beneficiarios del histórico paquete de recuperación poscovid.
La pugna dejó, no obstante, para la galería una imagen duradera: la de un Rutte sonriente, simpatizando pulgar en alto con un empleado del servicio de basuras del puerto de La Haya, que le pedía “no darles ese dinero a los italianos y españoles”. “No, no, no. Lo tendré en cuenta”, le respondió el líder liberal.
Un gesto más vinculado a la política interna, según lo interpreta José Ignacio Torreblanca, politólogo y director de la oficina madrileña del European Council on Foreign Relations (ECFR). “En Holanda, las coaliciones de gobierno son débiles y numerosas, y siempre hay la tentación de jugar más duro. Ahí es donde Rutte le hace guiños a la derecha populista”. Y de ahí también, apunta Torreblanca, que “España haga esfuerzos en el sentido de tener una relación fluida con Holanda” para evitar sustos en el Consejo Europeo.